lunes, 26 de diciembre de 2011

Cuento de terror


Cuento de terror.
El hombre se bajo del bus, después de un largo viaje. Se encontró luego en medio de la ciudad, sin saber a dónde dirigirse. Se puso a llover a cantaros; caminó sin rumbo fijo buscando un alero donde guarecerse. Tenía frió pues andaba con poca ropa apropiada para la temporada. En una de las calles vio a lo lejos un letrero rojo, que le llamo la atención y se dirigió a él. Cuando llegó, vio que decía “morgue”. Bueno, pensó, para sí, no tengo dinero, no puedo ir a un hotel, que me van a hacer los muertitos. Así es que sigilosamente abrió la puerta y entro.
Adentro estaba todo muy oscuro, y tardó un tiempo en acostumbrarse.
Poco a poco comenzó a ver unos bultos grandes, y luego que se acercó a ellos, se dio cuenta que eran unos ataúdes, y que algunos de ellos estaban ocupados. Sin temor a nada, llegó y se acostó en uno de ellos.
Estaba descansando y a punto de quedarse dormido, cuando del ataúd del lado, comenzó a salir un leve ruido, que se convirtió en crujido de la madera de la tapa. que se levantaba lentamente. De allí salió una figura media desnuda. Se distinguió la forma de un hombre con el torso desnudo, muy pálido, y con una marca alrededor del cuello.
Asustado, porque suponía que los muertos no se mueven, se quiso levantar pero no pudo, estaba paralogizado.
El tipo que había salido del ataúd, al verlo, le dijo que no tuviera miedo, y que solo le iba a sacar la ropa para vestirse. La suerte quiso que yo reviviera, porque me ahorcaron y me creyeron muerto, sin revisarme. Hice mis trampitas para que no me pillaran y aquí estoy. Lo siento mi amigo, pero debo salir de aquí.
Dicho eso, procedió a sacarle los pantalones y se los puso, luego la chomba que andaba trayendo y finalmente la camisa. Por último, le quitó los zapatos. A dijo, me quedan buenos, muchas gracias., y que tenga suerte.
Después de lo cual, se retiro saliendo con mucho sigilo, por la puerta.
Nuestro protagonista, no pudo hacer nada, ya que continuaba inmóvil, y la voz tampoco le salió.
Pasado un buen rato de esta situación, comenzó a tranquilizarse y a lamentarse por haberle tocado la mala suerte de que lo dejaran en paños menores.
Pero al menos podía moverse.
No pasó mucho tiempo de estar relativamente tranquilo, cuando sintió voces que se acercaba desde afuera. Luego sintió que abrieron la puerta y encendían las luces.
Eran unos estudiantes de medicina, que venían con su profesor, para examinar en terreno los cadáveres, ya que estos no habían sido reclamados por nadie.
El profesor dio instrucciones a sus alumnos diciéndoles que seleccionaran los féretros sobre los cuales trabajarían y a los demás los cerraran para llevarlos en la carroza que estaba esperando afuera, al cementerio. Todos los féretros tenían un número. A el le había tocado el 8.
Nuestro hombre, contuvo el aliento y rogó para que no fuera considerado entre los que serian utilizados para experimentos. Por suerte los estudiantes, no lo cotizaron y le pusieron la tapa, no sin llamarles la atención, de que estaba en calzoncillos y con el torso desnudo.
Rápidamente, en cuanto le pusieron la tapa al féretro, puso las manos encima, a fin de poder disimuladamente levantarla, y de este modo le pudiera entrar aire.
Los estudiantes levantaron en vilo el ataúd y lo fueron a depositar en la carroza fúnebre, para volver por los otros. Una vez puestos los otros ataúdes con los números 3, 4, 6, el chofer cerró la puerta de la cajuela, y se dirigió al cementerio.
Como recién había terminado de llover y aproximadamente eran las 5 de la tarde, no se veía mucho, de modo que dejaron los ataúdes cerca del sepulturero y luego se retiraron del lugar.
En tanto, el sepulturero, estaba cavando una tumba para luego bajar los respectivos ataúdes y había dejado su ropa, pantalones de vestir, y camisa, aparte, pues se había puesto ropa de trabajo.
Estaba tan concentrado en su trabajo, que no se dio cuenta que uno de los ataúdes se estaba abriendo. Sin querer miro hacia arriba, y vio repentinamente que salía un tipo de uno de ellos..
Fue tal el susto, que puso pies en polvorosa en dirección a la salida del camposanto situación que aprovecho nuestro amigo para vestirse con la ropa del sepulturero y salir raudamente de allí. 

Autor Beatriz Orozco Rdz.

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